Nos encontramos, como todos los
primeros viernes de cada mes desde hace más de veinte años, en el mismo bar y a
la misma hora, Álvaro, José, Enrique y yo, amigos de toda la vida.
Tras intercambiar los saludos de
rigor y ordenar al mozo las bebidas, cada uno se dispuso a relatar sus
experiencias del mes transcurrido desde nuestro último encuentro.
Abrió el fuego Enrique, eufórico
tras el regreso de su último viaje a Europa con toda su familia, quien nos
deleitó con un detallado relato de los lugares que visitó, los paseos, las
excursiones, los museos, los hoteles, etc. . En uno de los momentos culminantes
de su exposición explicó cómo había conseguido un veinte por ciento de
descuento en los pasajes al operar con una agencia mayorista de turismo (una de
las más prestigiosas) que recomendó efusivamente.
-
Cualquier cosa hablen con Ignacio, díganle que
llaman de parte mía – nos dijo.
Le agradecimos el consejo y lo
felicitamos calurosamente por el viaje. Para el final, Enrique dejó el postre:
su nueva corbata de seda italiana de trescientos cincuenta dólares:
-
La tuve que tarjetear pero valió la pena –
comentó feliz.
A continuación le tocó el turno a
José, brillante financista, quien nos informó, en su habitual estilo ameno y
mordaz, de sus últimas operaciones bursátiles, y de cómo comprando y vendiendo
acciones en el momento preciso pudo hacer una diferencia de cincuenta mil
dólares en el término de diez días. Sus palabras, lógicamente, provocaron
nuestra unánime aprobación y admiración.
-
¡Che!, la próxima vez tiranos el dato – bromeó
Enrique.
Llegó la hora para que se
explayara Álvaro, y lo hizo en forma contundente sorprendiéndonos con una gran
noticia: su nuevo cero kilómetro importado. Tras recibir nuestras más sinceras
felicitaciones, la conversación continuó girando alrededor del tema autos, y
pudimos asistir a un brillante debate entre Álvaro y José, dónde ambos rivalizaban en conocimientos de
motores y marcas internacionales.
Finalmente, la atención se centró
en mis recientes actividades, y les ofrecí a mis amigos detalles acerca de mi
última adquisición: una casa de fin de semana en un importante club de campo.
No quisiera abundar aquí en más detalles, soy muy parco a la hora de hablar de
mis logros.
Llegado el momento de retirarnos
a nuestros hogares, nos saludamos con un cordial apretón de manos, no sin antes
acordar nuestra cita del mes próximo, en el mismo bar y a la misma hora, como
lo hacemos todos los primeros viernes de cada mes desde hace más de veinte
años, para reafirmar los lazos de amistad y fraternidad que siempre nos
unieron.
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