- Bueno, Bartolomé, se está por cortar, estoy en un teléfono público ¿nos encontramos en Rivarola y Callao?
-
¿Rivarola?
¿Cuál es Rivarola?
-
¡Rivarola,
che! Rivarola y Callao, en Congreso.
-
¡Ah!
Rivadavia querrás decir, Hipólito, Rivadavia y Callao.
-
¡Bueno,
eso! Nos encontramos ahí en media hora.
-
¡Hipólito!
¿Cómo andás? ¿Qué pedís? ¿Café? ¡Mozo, dos cafés!
-
¿Qué
tal Bartolomé? ¿Sabés? Casi me peleo con el chofer del treinta y siete, le pido
uno hasta Rivarola y me dice que esa calle no la conoce.
-
¡Y
claro gil! ¿Otra vez te confundiste? Estamos en Rivadavia. Ri-va-da-via.
-
¡Tenés
razón! ¿Sabés que siempre me pasa lo mismo? Cada vez que tengo que decir Riva…,
bueno, eso, digo Rivarola.
-
Bue,
¿y en lo demás como andás?
-
Mirá,
Bartolomé, ando enloquecido con esto del comienzo de las clases, comprándole
los útiles a los chicos. Casualmente vengo de comprar unos cuadernos que
conseguí en oferta, mirá, los repuestos Rivarola.
-
Rivadavia,
Hipólito, Rivadavia.
-
Ah,
sí Y también conseguí en oferta los guardapolvos, en un negocio en Flores, a la
altura de Rivarola al seis mil.
-
Pero,
puta, ¿Otra vez? Ya te dije que no es Rivadavia, sino Rivarola. Quiero decir
¡al revés! ¡ya me estas volviendo loco!
-
Bueno,
cambiemos de tema ¿Te enteraste de las nuevas medidas económicas?
-
Siii,
no me hablés.
-
Yo
me enteré hoy, mirá estaba escuchando radio Rivarola, y de repente…
-
¡RIVADAVIA!
¡che! ¿La querés cortar con Rivarola?
-
Bueno,
che, no grites. La verdad es que siempre tuve un problema bárbaro con eso.
-
Y
¡pero claro che! Es una cosa muy irritante que permanentemente digas Rivarola
en vez de Rivadavia.
-
¿Sabés
que quilombo cuando era chiquito y en el colegio tenía que hablar del primer
presidente en la clase de historia?
-
Me
imagino…
-
Pero
la peor que me pasó con eso fue una vez cuando era pibe que me levanté una
mina. Era un infierno la mina, la mejor mina que me levanté en mi vida. Era del
interior la piba, no conocía mucho y yo como un boludo la cité en la esquina de
Rivarola y Boedo.
-
¡Qué
boludo!
-
Todavía
la debe estar buscando ¡Que fuerte que estaba!
-
Hipólito,
tenés que tratar de hacer algo con eso, no puede ser que siempre te confundas
con lo mismo.
-
Si,
tenés razón Bartolomé, esto que tengo ya es un problema grave, pero no te
preocupes, ya se me va a ocurrir algo para solucionarlo.
-
Bueno,
che, me tengo que ir ahora. Mañana voy a andar por la zona de Once ¿nos
encontramos a esta hora más o menos?
-
Si,
encontrémonos en el bar de Rivarola y Jujuy.
-
¡RIVADAVIA!
Hipólito, …bueno, chau, ´ta mañana.
-
¡Hipólito! ¡lo
que acabo de ver mientras viajaba en colectivo es absolutamente increíble!
-
¿Qué?
-
No lo puedo
creer, mira. Vengo en el 132 y vos sabes que todos los letreros indicadores de
calles entre Carabobo y Primera Junta, pero todos ¿eh?, ¡dicen Rivarola en vez
de Rivadavia!
-
Bueno, vos no
lo pudiste ver porque el 132 después agarra Rosario, pero pasa lo mismo con
todos los letreros entre Primera Junta y el Bajo.
-
¿Cómo? ¿Ya
sabías?
-
Y también
entre Carabobo y la General Paz. No hice a tiempo a hacer Provincia, Rivarola y
la Segunda Rivarola.
-
¿No hiciste
tiempo a hacer qué?
(Interrumpe el mozo)
-
Muchachos,
¿vieron el quilombo que se armó con eso de Rivadavia y Rivarola? La radio y la
televisión no hablan de otra cosa.
-
Si, José…este…
¿nos traes dos cafés?
(Bartolomé termina de decir esto y se queda mirando fijamente a Hipólito)
-
No me digas
que vos…
-
Mira,
Bartolomé, ya no aguantaba más. Tenia que tomar una determinación. Agarré la
otra noche, contraté una cuadrilla de letristas y le cambié el nombre a todos
los letreros de la Capital Federal. Y se terminó mi problema.
-
¡Lo que
hiciste es una barbaridad!
-
Pero se
acabaron las confusiones para mí.
-
¿Vos te
crees? ¿En serio te crees que…? Rivadavia no va a dejar de llamarse Rivadavia
porque a vos se te ocurra ¿eh? La Municipalidad va a repintar todos los
carteles y vos vas a seguir con tu mismo problema.
-
Si, pero
hasta que eso pase a lo mejor la gente se empieza a acostumbrar a llamar a esa
calle Rivarola. Y el uso y la costumbre van a hacer que, cuando menos, cuando
yo diga Rivarola nadie me mire con cara rara.
-
Hipólito
¡estas loco!
-
Hipólito, te
tengo que felicitar, che, sinceramente. Tu tozudez pudo más que todo. Estoy leyendo acá en el diario, está toda la
historia… “se estableció hoy el cambio de nombre de la Avenida Rivadavia”… “durante
años se conoció con dicho nombre”… “a partir de hoy se llamara Rivarola”… “no
se conoce aún la identidad del misterioso letrista nocturno”… “antes de
afrontar el costo de repintar los letreros se prefirió cambiar el nombre, ya
que últimamente el nombre de Rivarola se había hecho muy popular entre la gente
y los medios de difusión”…, bueno, de hecho eso es así ¿eh?, yo no conozco a
nadie que todavía diga Rivadavia. (Mirando el reloj) ¡uy, se me hizo tarde!
Bueno, Hipólito, te felicito por última vez.
-
Gracias.
-
¿Qué programa
tenés para mañana? ¿Nos encontramos a tomar un café?
-
Bueno, ¿Qué
te parece el “Café de los Angelitos”?
-
Bárbaro,
¿Dónde queda?
-
En Rivadavia
y Rincón.
-
¡RIVAROLA!,
Hipólito, ¡RI-VA-RO-LA!
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