lunes, 30 de junio de 2025

ENTRE HIPÓLITO Y BARTOLOMÉ (UN CUENTO DE CLAUDIO AMADEO VIGGIANO)

     -          Bueno, Bartolomé, se está por cortar, estoy en un teléfono público ¿nos encontramos en                         Rivarola y Callao?

-          ¿Rivarola? ¿Cuál es Rivarola?

-          ¡Rivarola, che! Rivarola y Callao, en Congreso.

-          ¡Ah! Rivadavia querrás decir, Hipólito, Rivadavia y Callao.

-          ¡Bueno, eso! Nos encontramos ahí en media hora.

 

 

-          ¡Hipólito! ¿Cómo andás? ¿Qué pedís? ¿Café? ¡Mozo, dos cafés!

-          ¿Qué tal Bartolomé? ¿Sabés? Casi me peleo con el chofer del treinta y siete, le pido uno hasta Rivarola y me dice que esa calle no la conoce.

-          ¡Y claro gil! ¿Otra vez te confundiste? Estamos en Rivadavia. Ri-va-da-via.

-          ¡Tenés razón! ¿Sabés que siempre me pasa lo mismo? Cada vez que tengo que decir Riva…, bueno, eso, digo Rivarola.

-          Bue, ¿y en lo demás como andás?

-          Mirá, Bartolomé, ando enloquecido con esto del comienzo de las clases, comprándole los útiles a los chicos. Casualmente vengo de comprar unos cuadernos que conseguí en oferta, mirá, los repuestos Rivarola.

-          Rivadavia, Hipólito, Rivadavia.

-          Ah, sí Y también conseguí en oferta los guardapolvos, en un negocio en Flores, a la altura de Rivarola al seis mil.

-          Pero, puta, ¿Otra vez? Ya te dije que no es Rivadavia, sino Rivarola. Quiero decir ¡al revés! ¡ya me estas volviendo loco!

-          Bueno, cambiemos de tema ¿Te enteraste de las nuevas medidas económicas?

-          Siii, no me hablés.

-          Yo me enteré hoy, mirá estaba escuchando radio Rivarola, y de repente…

-          ¡RIVADAVIA! ¡che! ¿La querés cortar con Rivarola?

-          Bueno, che, no grites. La verdad es que siempre tuve un problema bárbaro con eso.

-          Y ¡pero claro che! Es una cosa muy irritante que permanentemente digas Rivarola en vez de Rivadavia.

-          ¿Sabés que quilombo cuando era chiquito y en el colegio tenía que hablar del primer presidente en la clase de historia?

-          Me imagino…

-          Pero la peor que me pasó con eso fue una vez cuando era pibe que me levanté una mina. Era un infierno la mina, la mejor mina que me levanté en mi vida. Era del interior la piba, no conocía mucho y yo como un boludo la cité en la esquina de Rivarola y Boedo.

-          ¡Qué boludo!

-          Todavía la debe estar buscando ¡Que fuerte que estaba!

-          Hipólito, tenés que tratar de hacer algo con eso, no puede ser que siempre te confundas con lo mismo.

-          Si, tenés razón Bartolomé, esto que tengo ya es un problema grave, pero no te preocupes, ya se me va a ocurrir algo para solucionarlo.

-          Bueno, che, me tengo que ir ahora. Mañana voy a andar por la zona de Once ¿nos encontramos a esta hora más o menos?

-          Si, encontrémonos en el bar de Rivarola y Jujuy.

-          ¡RIVADAVIA! Hipólito, …bueno, chau, ´ta mañana.

 

 

 

-          ¡Hipólito! ¡lo que acabo de ver mientras viajaba en colectivo es absolutamente increíble!

-          ¿Qué?

-          No lo puedo creer, mira. Vengo en el 132 y vos sabes que todos los letreros indicadores de calles entre Carabobo y Primera Junta, pero todos ¿eh?, ¡dicen Rivarola en vez de Rivadavia!

-          Bueno, vos no lo pudiste ver porque el 132 después agarra Rosario, pero pasa lo mismo con todos los letreros entre Primera Junta y el Bajo.

-          ¿Cómo? ¿Ya sabías?

-          Y también entre Carabobo y la General Paz. No hice a tiempo a hacer Provincia, Rivarola y la Segunda Rivarola.

-          ¿No hiciste tiempo a hacer qué?

 

(Interrumpe el mozo)

 

-          Muchachos, ¿vieron el quilombo que se armó con eso de Rivadavia y Rivarola? La radio y la televisión no hablan de otra cosa.

-          Si, José…este… ¿nos traes dos cafés?

 

(Bartolomé termina de decir esto y se queda mirando fijamente a Hipólito)

 

-          No me digas que vos…

-          Mira, Bartolomé, ya no aguantaba más. Tenia que tomar una determinación. Agarré la otra noche, contraté una cuadrilla de letristas y le cambié el nombre a todos los letreros de la Capital Federal. Y se terminó mi problema.

-          ¡Lo que hiciste es una barbaridad!

-          Pero se acabaron las confusiones para mí.

-          ¿Vos te crees? ¿En serio te crees que…? Rivadavia no va a dejar de llamarse Rivadavia porque a vos se te ocurra ¿eh? La Municipalidad va a repintar todos los carteles y vos vas a seguir con tu mismo problema.

-          Si, pero hasta que eso pase a lo mejor la gente se empieza a acostumbrar a llamar a esa calle Rivarola. Y el uso y la costumbre van a hacer que, cuando menos, cuando yo diga Rivarola nadie me mire con cara rara.

-          Hipólito ¡estas loco!

 

 

-          Hipólito, te tengo que felicitar, che, sinceramente. Tu tozudez pudo más que todo.  Estoy leyendo acá en el diario, está toda la historia… “se estableció hoy el cambio de nombre de la Avenida Rivadavia”… “durante años se conoció con dicho nombre”… “a partir de hoy se llamara Rivarola”… “no se conoce aún la identidad del misterioso letrista nocturno”… “antes de afrontar el costo de repintar los letreros se prefirió cambiar el nombre, ya que últimamente el nombre de Rivarola se había hecho muy popular entre la gente y los medios de difusión”…, bueno, de hecho eso es así ¿eh?, yo no conozco a nadie que todavía diga Rivadavia. (Mirando el reloj) ¡uy, se me hizo tarde! Bueno, Hipólito, te felicito por última vez.

-          Gracias.

-          ¿Qué programa tenés para mañana? ¿Nos encontramos a tomar un café?

-          Bueno, ¿Qué te parece el “Café de los Angelitos”?

-          Bárbaro, ¿Dónde queda?

-          En Rivadavia y Rincón.

-          ¡RIVAROLA!, Hipólito, ¡RI-VA-RO-LA!    




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