lunes, 14 de septiembre de 2020

EL SUPERFICIAL Y EL INTELECTUAL (CUENTO)

 Dos músicos rivales, populares los dos, pero con estilos muy diferentes. Se encontraban en veredas musicales opuestas y la prensa se encargó de mostrarlos siempre como adversarios.

Uno de ellos componía canciones de amor livianas, exitosísimas. Canciones simples, pero que iban directo al corazón. El otro, se jactaba de su erudición y reducía su campo de acción a pequeños reductos de seguidores leales, renunciando a la masividad. Se veía a sí mismo como un intelectual y no aceptaba hacer ningún tipo de concesiones con su arte.

Este despreciaba al otro, lo criticaba despiadadamente y lo ridiculizaba en sus canciones. Su furia iba en aumento a medida que se acrecentaba el éxito del otro, el de las canciones livianas, y llegó a convertirse en algo parecido al odio.

El de las canciones livianas evitaba polemizar cuando le preguntaban acerca del enfrentamiento musical. Se limitaba a meter un numero uno atrás del otro, rompiendo todos los records de ventas y llenando estadios. 

Un momento muy incómodo para el intelectual, eran las ceremonias de entrega de premios anuales. El superficial, el de las canciones livianas, arrasaba. El intelectual podía llegar a arañar algún premio menor, o nada en absoluto. En particular se molestó especialmente por el premio a “Canción del Año” al tema “Muñequita”: 


Ay muñequita linda

Tus ojos son como dos diamantes

Tu pelo brilla como un sol radiante

Por eso te quiero tanto, muñequita.


- Pero que mierda tienen en el oído, bramaba, ¿como pueden premiar esa basura?

También sucedía que músicos muy cercanos al intelectual, a quien este consideraba sus pares, de pronto aparecían colaborando en los discos del superficial, cosa que el intelectual veía como una traición.

Esa enemistad parecía que iba a durar para siempre. 

Pero el superficial, siendo todavía muy joven, falleció en un accidente de auto, transformándose en una especie de leyenda. Sin embargo, el intelectual sintió este hecho como una especie de liberación. Lejos de lamentarlo, se dijo a si mismo que ahora sí, sin esa presencia nefasta en el mercado de la música, la atención se iba a desviar por fin hacia él, y su música elaborada y erudita.

Pasaron los años y el intelectual continuó su carrera artística, pero vivía amargado, pensando que no era reconocido en su justa medida. Ya en edad avanzada, enfermó y quedó postrado, con muy poca esperanza de vida.

En su lecho de muerte lo visitó su nieta, una de las pocas alegrías de su vida. La chiquita le pidió que le cante una canción.

- Abuelo, cantame una canción linda, la más linda de todas.

El intelectual buscó en su memoria la canción más hermosa que recordara, para complacer a su nieta, y enfrentándose al total fracaso de su vida, con lágrimas en los ojos, comenzó casi en un susurro:


Ay muñequita linda

Tus ojos son como dos diamantes…


El intelectual murió sin poder terminar de cantarle a su nieta la canción más hermosa.





VALENZUELA

 Estoy harto de escuchar boludos por televisión diciendo “Vamos a ser Venezuela”. Tan harto que me gustaría gritarles en la cara, “Quiero ser Venezuela! pero sin el bloqueo económico vergonzoso que le aplica el imperio terrorista y genocida”.  Obviamente que soy Argentino y quiero ser Argentina, por lo menos la Argentina justa e igualitaria que queremos construir nosotros, los que estamos de este lado de la grieta. A toda esa mierda que vive operando en contra de los intereses del país, ni siquiera la considero compatriota.

Me parece imbécil hablar de Venezuela o Cuba sin hablar de Estados Unidos. Estados Unidos tiene una crisis humanitaria: matan negros por la calle, sin contar a los millones que mataron de Hiroshima para acá. Sin embargo la prensa canalla local e internacional no parece muy preocupada. Y además en Venezuela quienes gobiernan ganan las elecciones desde hace 20 años.

Una oposición impresentable pergeñó esa frase como un slogan y un montón de descerebrados la repite sin ton ni son.



ASCENSO Y CAÍDA DE J.J. RABAGLIATTI (CUENTO)

J.J. Rabagliatti parecía estúpido. Nadie en el pueblo hubiera apostado a favor de su capacidad mental. Era tímido y apocado, y su imagen poco agraciada, con sus grandes anteojos, su nariz puntiaguda y su pelo enrulado, parecían confirmar lo que la gente decía de él.

Por eso sorprendió mucho cuando J.J. Rabagliatti se anotó en el concurso “Multiplicadores Mentales de Cuatro Cifras”. El concurso se llevaba a cabo todos los años, y consistía en lo siguiente: los participantes se presentaban frente a un jurado que les iba preguntando uno a uno, una multiplicación de dos números de cuatro cifras, que los concursantes debían resolver en unos pocos segundos mentalmente. Quien no resolvía la operación, o tardaba más que el tiempo estipulado, era eliminado, y así sucesivamente hasta consagrar un ganador.

Todos creían que semejante rapidez mental le estaba totalmente vedada a un pobre diablo como J.J. Rabagliatti. Si le sumamos a esto el hecho de que los otros participantes eran profesores de matemática, física, profesionales y gente prominente del pueblo, era lógico suponer que nadie daría un mango por J.J. Rabagliatti.

Sin embargo, y ante la sorpresa de todos, J.J. Rabagliatti pasó todas las pruebas preliminares y llego a la gran final, que tenía lugar aquella noche en el salón de actos del colegio del pueblo. J.J. Rabagliatti había dejado a todos con la boca abierta por la rapidez y seguridad con que respondía a todas las preguntas y ahora la gente lo empezaba a mirar con cierto respeto.

Esa noche era una noche especial. Todo el pueblo estaba reunido allí para ver competir en rapidez mental a sus hombres y mujeres más inteligentes…y a J.J. Rabagliatti.

Las multiplicaciones que el jurado había preparado para aquella noche eran particularmente difíciles, pero J.J. Rabagliatti contestó siempre con una rapidez pasmosa asombrando a la concurrencia.

Poco a poco fueron quedando eliminados todos los concursantes menos dos: J.J. Rabagliatti y Romualdo Linares, un ingeniero electrónico al que apodaban “el genio”, reconocido por todos por su brillantez y con el cual, se decía, J.J. Rabagliatti no podía competir de ninguna manera.

El final fue apoteótico y merece detallarse:

Jurado (a Romualdo Linares):- ¿Cuánto es 4.294 por 2.567?

Romualdo Linares (después de unos segundos):- 11.022.698

Un aplauso y una ovación acompaño la respuesta del gran favorito.

Jurado (A J.J. Rabagliatti):- ¿Cuánto es 3.972 por 9.814?

J.J. Rabagliatti (sin dudar): - 38.981.208

La sala enmudeció. No era posible que J.J. Rabagliatti pudiera hacer gala de semejante lucidez mental. Algunos tímidos aplausos y voces de reconocimiento se empezaron a escuchar a favor de J.J. Rabagliatti.

Jurado (a Romualdo Linares):-¿Cuánto es 6.094 por 3.799?

Romualdo Linares pensó y pensó, pero por más que se concentraba su mente estaba agotada después de la maratón matemática que había resultado aquella jornada.

Los segundos pasaban y la tensión en la sala iba in crescendo. Llegando al límite del tiempo reglamentario Romualdo Linares casi gritó:

- 23.762.106

Jurado: - No señor, lo siento muchísimo. La respuesta correcta es 23.151.106

El ídolo de los seguidores del concurso “Multiplicadores Mentales de Cuatro Cifras” había caído. Ahora la tensión había llegado a su punto más alto. Si J.J. Rabagliatti contestaba bien la próxima pregunta se convertía automáticamente en el ganador del concurso.

Jurado:- ¿Cuánto es 9.876 por 2.524?

J.J. Rabagliatti (al instante): - 24.927.024

Jurado: - CORRECTO!

Todo el público estalló en un prolongado y fuerte aplauso. J.J. Rabagliatti había adquirido un nuevo status, ya no iba a ser despreciado y subestimado, se había convertido en la eminencia del pueblo.

Tras los aplausos el jurado procedió a la coronación del nuevo campeón. El premio, aparte de una medalla, consistía en la recaudación de aquella noche: una buena cantidad de pesos.

El contador del jurado estaba terminando de hacer el recuento de lo recaudado. Eran 500 personas que habían pagado 10 pesos de entrada cada una. Para hacer una broma y quebrar el clima denso que se había creado el contador le pregunto a J.J. Rabagliatti:

- Che, “Raba”, ¿Cuánto es 500 por 10?

El chiste fue festejado por todos. Por todos menos por J.J. Rabagliatti, que enmudeció.

El contador advirtió algo raro en su expresión e insistió con la pregunta, ahora algo más serio.

- ¿Cuánto es 500 por 10?

 J.J. Rabagliatti empalideció. El contador, el jurado, Romualdo Linares, y las 500 personas allí presentes lo miraban fijamente preguntándose qué era lo que estaba sucediendo.

El contador volvió a preguntar, esta vez perdiendo la paciencia.

- ¿Cuánto es 500 por 10?

J.J. Rabagliatti retrocedió tropezando con varias sillas, con cara de terror. Finalmente encontró la escalerilla del escenario, bajo de él y salió corriendo despavorido. Nunca más en el pueblo se volvió a escuchar alguna noticia de él, desapareció de todos los lugares que solía frecuentar.

J.J. Rabagliatti era estúpido. Pero tenía una memoria infalible.